La filosofía busca resolver problemas existenciales, pero si lo logra, destruye la contradicción, esencia de la vida misma. En cambio, la poesía nos permite nadar a nuestras anchas en la paradoja, en la tragicomedia, en la imposible conciliación... No, no en la conciliación de opuestos, porque no creo que existan los opuestos, sino de "lo mismo".
¿Placer o dolor?... El placer del dolor.
¿Dicha o miedo? Ambos, y en perpetua pugna.
¿Riesgo o seguridad? ¡Ah!, acá se juegan muchas cosas. Riesgo, pero no contra todo límite, porque ya es entonces evasión (otra forma de la seguridad y del miedo).
¿Cristo o Dionisos? Ninguno, y ambos.
Amor, pero también cólera y juicio.
Compasión, pero también implacabilidad (duro con uno, blando con los otros).
Humildad, pero también orgullo (humilde con el humilde, más orgulloso que el orgulloso, Guitton dixit).
Ternura, pero dureza de pedernal en la voluntad, contra el obstáculo, y contra el necio.
Prudencia, pero también embriaguez ("mente fría, corazón caliente", según la magnífica fórmula kazantzakiana).
Razón, pero sobre todo corazón, porque es preciso sangrar, y sino, no hay intensidad.
Cordura, pero no la del burgués, sino la del "que ve", y también locura, porque ahí está la creación, la santidad, y lo divino verdadero.
Paso sereno, de hombre fuerte y en sí, pero también danza, cuando suena la hora del entusiasmo.
Es decir, esto y aquello.
Y no hay concepto que concilie estos "opuestos". Sólo el hombre puede encarnarlos y vivirlos. Y cuánto más vital su corazón, más lleno de matices, contradicciones e incomprensiones a los ojos de los demás. Pero cómo, ¿éste no era un filósofo? ¿Cómo es que danza embriagado en esa playa a la luz de la luna llena? Pero cómo, ¿no pregona la prudencia? ¿Cómo es que pierde la razón tan fácilmente? Pero cómo, ¿no amaba a Cristo, el cordero de Dios? ¿Cómo es que se comporta como fiera vengativa?... No hay respuesta. Somos la respuesta (Lanza del Vasto). No hay solución, porque el círculo jamás se cierra (porque no es un círculo, sino un punto disparado al infinito). No hay equilibrio, porque sólo los cadáveres están en su punto de reposo. En su centro.
Y la filosofía, ¿qué pretende entonces? La filosofía es un juego de destrezas en el que el hombre busca la verdad de las cosas, y que recién la encuentra cuando comprende que jamás podría hallarla, porque la verdad es algo dinámico, moviente, huidizo, inasible, contradictorio, en perpetua fuga y transformación.
Si el filósofo no se ríe de sí mismo, está perdido. Si no danza con alegre duda en torno al fuego sagrado, está perdido. Si no se quema las plantas con ese fuego en el brasero de la poesía, está perdido. Si no se deja iluminar por las llamaradas de la imposible conciliación, está perdido, y se le llena la cabeza de cenizas como a un ermitaño flagelante.
Sobriedad en la embriaguez.
Fuego en la templanza (porque no hay deseo sin contención).
Amor en la pasión.
Liviandad en la pesada lucha.
Goce en el punzante dolor.
Poesía en el filosofar.
Y danza, y vértigo, y lucidez.
¿Esto es la vida?...
Sí... ¡y No!
Sebastián Dozo Moreno
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